Biopensamiento (1) | Biothinking (1)


 El reto de la ecorrestructuración sistémica

 

Nunca antes el prefijo bio ha sido tan denostado y aprovechada su etimología de vida para etiquetar, diseñar, fabricar y vender cualquier producto sobre los que se quiere dar un toque de limpieza, modernidad, vida sana y por encima de todo, como algo propiciatorio para la buena salud de la población que lo adquiere.

 

No todo lo etiquetado, empaquetado o envuelto como bio representa vida saludable para la sociedad que está a merced de los grandes intereses mundiales y el desarrollo macroeconómico.

 

A pesar de la nefasta época que padece la humanidad debido al azote de la pandemia, el término ha sido tan manido que incluso se ha llegado a desvirtuar su verdadero sentido como indicador de seguimiento de la salud del planeta, y se ha perdido el sentido de lo que verdaderamente debe impregnar toda nuestra existencia como especie en el presente y en un incierto futuro próximo. Debemos intentar por todos los medios separarlo del aprovechamiento y apropiación comercial que se ha realizado del mismo.

 

En los últimos años del siglo XX se difundieron, desde ciertos sectores de la sociedad, conceptos para establecer marcos de referencia que incidían en la idea de que no podemos, en materia medioambiental, permitirnos el inmenso lujo de continuar, como subespecie predominante, con los mismos parámetros mentales con los que habíamos caracterizado nuestra existencia en la era industrial. El objetivo era cumplir con el precepto voluntario o impuesto de: A nuevo siglo, nuevo paradigma de pensamiento para la especie. Aquellos conceptos nos inducían a pensar que debíamos cambiar los estándares actuales de consumo, de polucn, de desertificación, de contaminación de los acuíferos, sobre la basura y los desechos que nos invadían/invaden por doquier y en general a reflexionar sobre la falta de calidad de vida para un altísimo porcentaje de la población mundial.

 

Baste recordar, que como especie, hemos necesitado dieciocho siglos para alcanzar una población de 1.000 millones de habitantes. Pero ahora el número de habitantes ha aumentado de forma exponencial. A finales del siglo XX se alcanzaron los 6.000 millones y en la actualidad somos 7.700 millones de habitantes sobre el planeta.

 

Debemos considerar que cada uno de nosotros, en estos momentos, consume tantos recursos como cien congéneres neolíticos juntos en toda su vida.

 

La ecorrestructuración sistémica personal consiste en la adopción de esquemas mentales de actuación dirigidos hacia comportamientos responsables con el entorno. Este cambio de dirección es imprescindible en estos momentos. Es inaplazable la preservación de los elementos naturales y dejar de degradar el sistema que nos permite sobrevivir. Destacar que hasta el momento no hemos sabido, querido, o en la mayoría de los casos, podido revertir los daños infligidos a nuestro entorno natural.

La Tierra como sistema, y la especie humana como un subsistema primario íntimamente dependiente, está construido a partir de interrelaciones complejas, fuertemente ligadas. Así comprendemos, por ejemplo, que cuestiones cotidianas tan dispares como puede ser el sencillo hecho de leer la prensa diaria o abrir el grifo del lavabo de casa, tienen grandes conexiones con componentes naturales. Sería del todo imposible la fabricación de ese papel impreso o la modulación que de los acuíferos y el clima sin las masas boscosas.

 

Si nos detuviésemos mínimamente a reflexionar sobre el hecho, y observarlo desde una concepción continua de biopensamiento podríamos llenar páginas y páginas de relaciones directas de causa-efecto. Es necesario llevar esta reflexión más lejos y preguntarnos, si somos conscientes de la importancia y la repercusión ambiental que tendría, todos los que nos sentimos solidarios con el entorno, iniciásemos un giro en nuestras conductas hacia acciones de respeto y emulación del sistema natural.

 

Con frecuencia tendemos inconscientemente a considerar que el entorno biológico es un ente inmutable e inalterable y eso es peligrosamente falso. Por mucha inconsciencia con la que se actúe a nivel individual o global, al amparo de los intereses particulares o supranacionales, debemos no perder más tiempo e intentar ser más conscientes de que las tendencias actuales sostenidas, nos llevan a ninguna parte.

 

Hemos de ser sensatos y pensar que la candidez de los ecorrestructuradores y biopensadores no puede llegar al punto de creer que el esfuerzo diario e individual triunfará, aunque la ecología, la economía y las decisiones políticas continúen por caminos divergentes.

 

Cuando los intereses económicos los adaptemos para caminar junto con los intereses de los sistemas naturales sostenibles las cosas serán más fáciles. Actualmente no sólo no caminan juntos sino que difieren en la forma de caminar; una cosa es lo que se firma como acuerdos en los foros nacionales e internacionales a favor del medio ambiente, y otra muy distinta lo que los consensos gubernamentales ecorreestructuran a posteriori.

 

A pesar de todo nos reafirmamos en la idea de considerar el cambio de pensamiento, en clave ambiental, como arma fundamental de futuro.

 

En definitiva, la Tierra es un sistema global, donde a pesar de nuestras barbaridades antropocénicas de las últimas décadas, puede haber una estancia adecuada de vida, pero un buen sistema de vida sin ningún cambio y ambientalmente desestructurado puede adecuar negativamente nuestra estancia en el sistema Tierra.

 

¡Ecorreestructuremos, pensemos y actuemos diferente, porque todavía estamos a tiempo!


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