Globalización vs. Glocalización

Sin cambio de modelo no hay futuro


El necesario cambio de modelo


                                                                 «Caso tras caso, vemos que el conformismo es el camino fácil,                                                                                    y la vía al privilegio y el prestigio; la disidencia trae costos personales».

                                                       Noam Chomsky

En el artículo «Biopensamiento en el Antropoceno» exponíamos cómo podíamos resolver los desequilibrios que nuestra civilización está provocando en la naturaleza utilizando los métodos que esta emplea en su homeostasis (capacidad de autorregenerarse).

En apenas 50 años, lo que representa un espacio temporal ínfimo en términos geológicos, hemos puesto en jaque al único planeta que nos permite la vida.

Primero con el capitalismo industrial insaciable y después con el neoliberalismo, lo hemos esquilmado sobreexplotándolo sin tregua, vertiendo contaminantes y gases de efecto invernadero a la atmósfera, destruyendo ecosistemas acuáticos debido a la eutrofización derivada del uso abusivo de fertilizantes, que han acelerado la pérdida de suelo hasta extremos inaceptables y provocado la pérdida acelerada de la biodiversidad, esta acción antrópica tiene consecuencias terribles para la salud humana y acelera el cambio climático.

Es nuestra ineptitud como especie para autorregularnos, la condescendencia ejercida con los grandes intereses económicos y la avaricia insaciable de unos pocos, lo que ha provocado que en este corto lapso de tiempo hayamos alcanzado situaciones que desbordan al propio Planeta Tierra, su dilatada experiencia de 3.700 millones de años soportando vida no es capaz de defenderse de esta brutal agresión continuada que nos pone a todos al borde del colapso.

Empezamos a comprender que vivimos una pandemia sin precedentes, entendible como consecuencia de lo anterior, que nos ha pillado con el paso cambiado, dirigiéndonos a destinos de destrucción planetaria como especie si seguimos imponiendo los intereses económicos globales por encima de las personas.

Siguiendo los caminos que marcan y propician los grandes intereses, se nos dice por activa y por pasiva que sin una economía salvaje y destructora no hay bienestar. Se nos ha vendido que sin la economía como la generada hasta ahora no hay salud.

La pandemia nos está indicando lo contrario, el planteamiento es cambiar el modelo pensando al revés: o sea, detener el cambio climático y supeditar siempre la economía al servicio de las personas y en beneficio de la colectividad.

Cuando seamos capaces de poner un parche y vencer al SARS-CoV-2  , y lo seremos más pronto que tarde pues nos va la vida en ello, de poco nos servirá fabricar sin descanso exclusivamente respiradores por si nos ataca de nuevo y los pulmones sean otra vez el órgano diana, pues nadie puede asegurar que las próximas pandemias, que se repetirán de seguir así, no ataquen a otros órganos vitales diferentes.

¿Cuál es el camino? ¿No sería más factible pensar e investigar como sociedad responsable qué hacer y hacerlo decididamente para intentar revertir las causas que nos están llevando a la extinción?

Al parecer existe una relación muy directa entre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desaparición de ecosistemas naturales sostenibles en el tiempo con la situación sanitaria global que nos azota.

Con la globalización, los virus y las mercancías cada vez viajan más lejos y más rápido. Pronto seremos 8.000 millones de personas poblando la Tierra, intentando que nuestras ventajas competitivas y de poder estratégico prevalezcan por encima de las de nuestros competidores. Estas ventajas conseguidas en un espacio de tiempo muy breve han sobrepasado todos los limites y nos está abocando al fracaso como especie depredadora.

Al respecto, Noam Chomsky nos dice: «… la revolución técnico/científica que forma la base de la expansión mundial del capitalismo es la tercera revolución existencial del hombre. Mientras que la revolución agraria lo aferró a la tierra y la revolución industrial lo concentró en las ciudades, la revolución técnica lo libera de las limitaciones de tiempo y del espacio…».

En los últimos años, hemos perdido el 60 % del suelo del planeta. Según los expertos, en menos de 100 años desaparecerán, si no ponemos remedio, la mitad de las especies y sus hábitats. Por cada grado centígrado que aumentamos la temperatura en la atmosfera debido a las emisiones de efecto invernadero, la Tierra recibe un 7 % más de precipitaciones, lo que provoca una mayor pérdida de suelo por arrastre, menos suelo fértil, mayor pérdida de ecosistemas y biodiversidad, más incendios y desertificación, más sequías y hambrunas, plataformas de hielo que colapsan, más evaporación marina, más desplazamientos de masas poblacionales y hacinamiento en macro ciudades inhabitables, peor salud y vuelta a empezar en un bucle interminable.

Mientras tanto, el cinismo de los señores del gran poder sigue sacando tajada militar e industrial y enormes beneficios en este totum revolutum.

El sociólogo Jeremy Rifkin expresa con acertada exactitud que en estos momentos la globalización ha terminado y que debemos pensar en términos de «glocalización», es decir, mezclar a nivel cultural y económico elementos locales particulares con los globales o mundializados. Por tanto, lo que se necesita en primer lugar son soluciones locales. Nuestros círculos de proximidad nos necesitan a todos los niveles y requieren lo mejor de cada uno.

La solidaridad global y la colaboración son necesarias para cerrar el círculo de la sostenibilidad del planeta y de nuestra especie, pero a la vez debemos hacer crecer el entorno de desarrollo personal, laboral, comercial y de servicios locales.
Nos encontramos en un siglo infernal…, ¡y decisivo!

¿Somos realmente conscientes de que, con esta forma de pensar y actuar que nos ha conducido a la actual situación, no tendremos éxito a largo plazo?

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