Biónica vs biomimética

 

La naturaleza como modelo, medida y mentor

 

Sornosa, J.

Timor, P.

Tomando como referencia los datos del IPCC[1] de 2023 sobre la emergencia climática, la perspectiva para los próximos 50 años no es nada halagüeña. Los problemas más graves y acuciantes con que nos vamos a enfrentar como especie son: la sequía, las hambrunas, la falta de agua potable, el exceso de basura y contaminantes ambientales, los problemas de salud, la pérdida continuada de biodiversidad, la acumulación poblacional en megalópolis y sus efectos colaterales, la obligada adaptación a nuevas formas de productividad, el individualismo generalizado, la falta de solidaridad, las crisis migratorias causadas por los refugiados medioambientales y la desprotección gubernamental.

 

Estos efectos derivados de la crisis climática están intrínsecamente conectados entre sí y caminan de forma conjunta e inseparable sobre una estrecha línea, cuyas múltiples causas tienen una lectura multidisciplinar de difícil resolución.

 

Ante este caótico panorama, que ya estamos empezando a observar, podemos reaccionar de dos formas: afrontarlo linealmente, como venimos haciendo desde la industrialización, en la que los medios y los fines de la producción están por encima de cualquier consideración y efecto colateral y cuyo único objetivo es enriquecerse rápidamente a toda costa, sin importar lo que se destruya por el camino, en aras del progreso y una supuesta vida mejor; o asumir que es necesario pensar diferente para poder vivir diferente.

 

Desde hace más de cuatro décadas voces autorizadas[2] vienen denunciando desde ámbitos intelectuales, políticos e institucionales que así no podemos continuar[3].

 

Los fenómenos climáticos que están aconteciendo han encendido todas las alarmas y hemos empezado a darnos cuenta que, como especie –salvo aquellas personas e instituciones con poder–, no podemos seguir por el camino de la autocomplacencia, en algunos casos, ni escondernos ni obviar el devenir de los hechos con la esperanza que alguien desde algún lugar desconocido frene esta forma de actuar basada en la autodestrucción.

 

Un estudio relativamente reciente (2019) del Departamento de Biología de la Universidad de Copenhague apunta que las bacterias nos están enseñando que la teoría de la evolución, emitida por Darwin en 1859, no está del todo completa si tomamos como dogma que «las especies que mejor se adaptan son las que sobreviven». El estudio del profesor Søren Johannes Sørensen matiza que «sobreviven aquellas que colaboran e interaccionan de forma eficiente»[4].

 

La deducción es simple: nos conviene ser más colaborativos e imitar a las bacterias.

 

El cambio de modelo pasa por responder a preguntas de calado: ¿Qué podemos hacer? ¿Qué cambios debemos implementar? ¿Cuáles son los aspectos más acuciantes por los que comenzar? ¿Llegamos a tiempo? ¿A qué nuevo modelo de pensamiento debemos acostumbrarnos? ¿Cómo podemos hacerlo para conseguir ese necesario cambio de paradigma sistémico?

 

No tenemos ninguna duda de que las respuestas a todas estas preguntas nos las puede dar una maestra infalible: la vida sobre la Tierra, su forma de organizarse, adaptarse y estructurarse. No olvidemos que nos lleva 3800 millones de años de ventaja, una experiencia nada despreciable.

 

La copia de los sistemas naturales –biomimética[5]– nos abre el espectro de visión sobre los problemas planteados. Al obrar y actuar según los cánones naturales no parece obvio que vayamos hacia un abismo incierto a corto plazo, pues ningún sistema natural autosostenido en bucles se autofagocita a sí mismo. Por el contrario, con la forma de pensar y actuar de las sociedades mal llamadas «avanzadas» se destruye la biosfera a pasos agigantados.

 

Desde el punto de vista de la biomímesis, las preguntas adquieren otro cariz: ¿Qué planes tiene la naturaleza para esto? ¿Cómo resuelve la naturaleza nuestras dudas o necesidades? ¿Cómo resolvería eficientemente la naturaleza nuestros problemas y planteamientos actuales?

 

Mención aparte merece la pregunta: ¿Cómo la especie humana «dominadora de la Tierra» se subordina a la sabiduría natural?

 

El concepto de biónica es más antiguo que el de biomímesis. Jack E. Steele, médico y comandante de la fuerza aérea de Estados Unidos, la definió en 1960, después del congreso de Dayton (Ohio), como: «La ciencia de los sistemas cuyo funcionamiento ha sido copiado de sistemas naturales o que presentan características específicas de sistemas naturales»[6].

 

Eso es lo que hizo, como precursor, Leonardo da Vinci durante el Renacimiento. En el Codex Hammer –también llamado Leicester– reflejó las observaciones y experiencias sobre la naturaleza y la perfección. «La perfección es una antigua aspiración del hombre y el techo de esa perfección es la propia naturaleza. Nada tan perfecto como ella»[7].

 

Bajo el concepto de biónica, la producción de artefactos no consideraba los impactos sobre la biosfera. Sin embargo, el concepto elaborado y desarrollado por Janine M. Benyus[8] va un paso más allá y trata de imitar la naturaleza, no solo en sus formas, sino sobre todo en sus funciones y procesos. Es decir, estudia el sistema generado por la naturaleza para reproducirlo artificialmente.

 

Para este concepto, también existen precedentes. Por ejemplo, refiriéndose a la arquitectura sostenible, Antonio Gaudí dijo: «El arquitecto del futuro se basará en la imitación de la naturaleza, porque es la forma más racional, duradera y económica de todos los métodos»[9].

 

En los estudios biomiméticos se establecen varios niveles de aproximación para la comprensión de los sistemas de la naturaleza y requieren equipos multidisciplinares. El primer nivel de aproximación se basa en un análisis de la forma exterior del modelo natural para realizar una abstracción formal aplicable a envolventes, texturas, proporciones, etc. El segundo nivel de aproximación se basa en el análisis estructural y de funcionamiento del ser vivo, tomado como referente. Los sistemas encontrados se aplicarán a estructuras, mecanismos, tránsito de fluidos, conservación del calor, etc.

 

El tercer nivel consiste en el estudio a nivel microcelular del funcionamiento de las partes que integran un ser vivo para generar aportaciones tecnológicas relevantes. En resumen, la biomímesis nos propone en un primer nivel imitar la forma (herencia de la biónica); en un segundo nivel, replicar el proceso natural y en tercera instancia, recrear el funcionamiento de un ecosistema.

 

Los objetivos de la biomimética deben buscar que las acciones realizadas por el ser humano estén en armonía con la naturaleza. Léase: cerrar los ciclos de la materia, es decir, emular los procesos de transformación de materia inorgánica en orgánica que constantemente se dan en la naturaleza. Consumir en función de los ciclos naturales, lo que supone, entre otras cosas, abandonar la agricultura industrial. Minimizar el transporte y aumentar la autosuficiencia local. Obtener la energía del sol en sus distintas manifestaciones (fotovoltaica y térmica). Interconectar los ecosistemas (vida biológica) y la actividad humana. Eliminar la producción de compuestos tóxicos del entorno (los xenobióticos[10], que no forman parte de la composición de los seres vivos). Armonizar nuestros ritmos vitales con los de los sistemas naturales. Actuar atendiendo a las necesidades colectivas. Acogerse al principio de precaución, que respalda la adopción de medidas protectoras ante las sospechas fundadas de que ciertos productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medioambiente, pero sin que se cuente todavía con una prueba científica definitiva.

 

Referencias:

- Bartolo, C. (1985). Nuevas aplicaciones de la Biónica. Conferencia EIDA, Alicante, julio. Publicado en: Cota Cero: revista de arquitectura, n.º 1, 1985, págs. 36-44. Asturias.

- Benyus, J. M. (2012). Biomímesis. Innovaciones inspiradas por la naturaleza. Tusquets Editores. Barcelona.

- Coineau, Y., Kresling, B. (1994). Biónica y diseño: testimonios de la evolución de esta aproximación. Temes de Disseny TdD 10, 17-51. (Songel, G. ed.) Elisava, Barcelona.

- Kurk, F., McNamara, C. (2006). Better by Design. An Innovation Guide: Using Natural Design Solutions. Minnesota Pollution Control Agency. Minnesota.

- Litinetski, I. B. (1975). Iniciación a la Biónica. Barral Editores, Colección Ediciones de Bolsillo n.º 419, Barcelona.

- Papanek, V. (1977) Diseñar para el mundo real. Hermann Blume Ediciones. Madrid.

- Thompson, D'Arcy W. (1980). Sobre el crecimiento y la forma. Hermann Blume Ediciones. Madrid.



[1] IPCC. (2023), https://www.ipcc.ch/report/ar6/syr/

[2] Carson, Rachel. (2023, 1.ª edición 1962). La primavera silenciosa. Barcelona, Editorial Crítica.

[3] Meadows, Donella. (1972). The Limits to Growth. https://www.donellameadows.org/wp-content/userfiles/Limits-to-Growth-digital-scan-version.pdf.

[4] https://www1.bio.ku.dk/nyheder/nyheder/friendly-bacteria-collaborate-to-survive/

[5] La palabra biomimética deriva de las palabras griegas «bios», que significa vida, y «mimesis», que significa imitar. La biomimética consiste en imitar la forma en que la naturaleza resuelve los desafíos y aprovechar los principios de diseño que han evolucionado durante millones de años. La imitación de la naturaleza es la mejor manera para destruir paradigmas.

[6] Gérardine, L. (1968). La Biónica. Editorial Guadarrama. Madrid. España.

[7] Sobre la cita atribuida a Leonardo da Vinci no hemos encontrado ninguna referencia en ninguna obra suya. Es posible que la cita le haya sido atribuida incorrectamente o sea una paráfrasis de sus ideas en lugar de una cita exacta de sus escritos.

[8] Benyus, J. M. (2012). Biomímesis. Innovaciones inspiradas por la naturaleza. Tusquets Editores. Barcelona.

[9] Es una cita atribuida a Antonio Gaudí, no hemos encontrado ninguna referencia en ninguna obra suya.

[10] Un xenobiótico es una sustancia extraña o ajena a los sistemas biológicos normales de un organismo, es decir, un compuesto químico o una sustancia que no se encuentra naturalmente en el organismo y que puede ser introducido a través de la exposición ambiental o la ingestión.

 

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